¿Cómo es posible darlo todo? En otras palabras, ¿Cómo es que uno puede entregarse por completo a una gran tarea o encomienda? Ríos de tinta se han vertido en describir como una vez con un objetivo en la mira, como ir por él. Los pasos que se deben seguir, la perseverancia, la entrega. En este sentido se afirma correctamente que es una disposición espiritual la que se debe conquistar, una perspectiva especial sin la cual no es posible llegar a la meta. Básicamente entender el sentido de la disciplina.
Dentro de dicha disposición espiritual debe haber cierta noción de libertad, el individuo debe sentirse libre de tomar cierta acción. Debe ser capaz de expandir su ser en la dirección deseada, aunque muchas veces esta acción carezca de sentido ulterior. Así pues, tener la libertad para actuar va más allá de tener la capacidad material para acometer cierta acción, se debe tener la correcta disposición de ser. Ser debe poder ser dueño y soberano de las regiones propias del ser.
Soberanía en este sentido significa una llenura de mirada: el ser que lo llena todo consigo mismo, que se arroja a sí mismo y llega a las cosas materiales. Sin embargo, esta soberanía no es siempre el caso, no es una condición natural del ser, tiene que ser resultado de un proceso de autopercepción. ¿Cómo se vive sin soberanía? Esa es la situación en la que el ser no da de sí, no está presente en las cosas. El ser se aleja de las cosas, no se arroja en su mirada hacia el mundo sino en texturas del mundo. No alcanza a tocar las cosas como tales ya que entre el ser y las cosas hay un espacio, un vacío infranqueable. Llamemos a este vacío un abismo. El ser queda atrapado entre las cosas como tal, y un abismo que las guarda.
Lo que tengo en mente es un concepto que ha definido la vida del ser latinoamericano en el siglo XX. Es el concepto de soledad al que me gustaría ponerle el adjetivo de ‘histórica’. Me parece que la noción de soledad latinoamericana es indisociable de su situación histórica y de cómo el ser latinoamericano se percibe dentro de ella. Y es que si hay un abismo entre el ser y el mundo exterior, lo más natural es que el ser se sienta solo. Así pues, esa pesadez, desidia, flojera o aletargamiento puede entenderse como miedo a un abismo insalvable.
Ahora bien ¿De dónde surge dicho abismo? ¿Qué causa la soledad? ¿Cómo es que el latinoamericano se perdió en su propio laberinto? Pues todo tiene que ver con la autopercepción histórica. Así pues, sostengo que más que un abismo insalvable dentro del ser, hay más bien la percepción de infinitud dentro del ser, que se confunde con un abismo.
Como ya he mencionado antes en este blog, la conciencia puede tener un símil con la luz. Se entiende así pues que el ser necesite un mundo semitransparente para que la conciencia se refracte hasta el infinito. Supongamos que dentro mismo del ser hay una opacidad tal que la luz de la conciencia no puede salir. Entonces se quedará dentro del ser reflejándose hasta el infinito. Creará pues, una percepción de infinitud propia dentro de sí. A dicha sensación de infinitud le asocio el abismo dentro del ser. La conciencia se vierte sobre el ser mismo infinitamente, creando un abismo virtual.
Lo único que puede hacer que la conciencia se vierta hacia el exterior es la percepción de la historia. Dicha percepción hace translúcida las barreras del ser, dejando a la luz de la conciencia arrojarse al mundo exterior. La conciencia encuentra otro infinito en el cual puede posarse: el que resulta de la refracción de entes externos al ser.
Así pues la soledad latinoamericana es resultante del poco entendimiento histórico propio. También se debe, como antes he mencionado, que el latinoamericano nació en la modernidad, no tiene un basamento irracional de mitos primigenios: es un ser producto de la razón. Como tal, le falta ese vigor irracional de los mitos primigenios. Ya decía Adorno y Horkheimer que los mitos son ya ilustración.
¿Cómo puede el latinoamericano salvar su soledad? ¿Cómo sortear el abismo que le tiene en un laberinto sin salida? Debe tomar iniciativa por ser parte de la historia, debe decidir por los mitos que creerá y saber que tendrán repercusiones. Solamente viendo hacia el futuro con ilusión y no al pasado con remordimiento es que el latinoamericano podrá salir de su laberinto. Es decisión propia llegar a una existencia mejor y más elevada. Vale la pena decidir por el futuro.
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