La tolerancia

Jeremías va en el ferry a Isla Mujeres, lleva consigo su mochila y una bolsa con cosas suyas. También lleva atrás un carrito repleto de ropa y demás enseres. Se muda a Isla Mujeres y es el último viaje de la mudanza. Mudarse ha implicado un esfuerzo considerable. Es la primera iglesia que pastorea. Aún no había salido del seminario cuando lo contactaron y le ofrecieron pastorear la primera iglesia bautista. Ahora en el ferry piensa en su madre, quien varias veces le expresó su deseo de que eligiera otra ocupación, algo más rentable. Cuando la convenció de su llamado, ella le dijo que lo veía como un pastor de Polanco, per no, Dios lo había mandado a esta Isla en el extremo oriente del país. Estaba cavilando cuando miró hacia un lado del ferry y vio a la misma gente de siempre, excepto por un hombre en uniforme de soldado. Se veía extranjero, como de Estados Unidos, caucásico. Una rápida inspección le corroboró su sospecha, tenía bordada la bandera estadounidense. Le pareció curioso, pero no le dio demasiada importancia. Al poco rato llegaron al muelle de la Isla. Jeremías bajó todas sus cosas y las depositó en un carrito que iría jalando por las calles. Por lo pronto dejaría todo lo que traía en el templo, que queda a unas cuantas cuadras de la estación del ferry. Ahí viviría hasta que estuviera disponible la habitación donde estaría permanentemente, pero dicha habitación está en la colonia la Gloria, al sur de la isla. Llegó trabajosamente hasta el templo donde le esperaban dos diáconos de la iglesia.

— ¡Pastor, déjeme le ayudo!

— Viene cargado, deje el carrito ahí en la entrada, nosotros le subimos sus cosas.

— Gracias hermanos.

— Pase usted, la habitación está en el tercer piso, por ahí.

— Ya veo.

Subió Jeremías las escaleras y llegó a un pasillo, el que culminaba en una habitación bastante iluminada por la luz del sol que todavía entraba por la ventana. Desde la ventana veía el mar abierto, también podía escuchar el constante romper de las olas.

— Aquí le dejo las cosas pastor.

— Si, muchas gracias hermano.

— Abajo está la cocina, puede tomar agua de ahí si gusta. Nos vemos el domingo entonces, que emoción escucharle predicar.

— Gracias hermano, tengo que trabajar en el sermón.

— Okey, no lo entretengo más.

Jeremías fue abajo a servirse agua en una jarra y trajo consigo un vaso. Se sentó en el escritorio de su habitación y sacó una de sus biblias de su mochila. La abrió en 2 Corintios y se puso a leer. El oleaje era relajante. Ya le habían escuchado predicar antes esa iglesia y la decisión de elegirle como pastor se tomó en conjunto. Aún así, Jeremías quería lucirse con ese primer sermón.

El domingo llegó y Jeremías dio un sermón especialmente inspirador y lleno de enseñanza bíblica. Habló de nuevos comienzos y de que Cristo hace nuevas criaturas a los creyentes. Entre la audiencia había un señor especialmente alto y fornido que se le hizo familiar, pero que no pudo recordar de donde. Al finalizar el sermón se le acercó mucha gente a felicitarle y a presentarse con el nuevo pastor. Entre ellos estaba el hombre alto y fornido.

— Mucho gusto pastor, soy el comandante Mark Preston. Estaré un tiempo aquí en la isla pues colaboro con los marinos. En América soy diácono de mi iglesia y me gustaría ayudar en lo que pueda aquí.

Jeremías se percató que era el soldado del ferry.

— Ah, ya veo, creo que le vi en el ferry. Pues soy nuevo aquí pero siempre son bienvenidas las manos al servicio del Señor. Mucho gusto hermano Mark.

La congregación siguió felicitándolo y conversando con el pastor nuevo por un rato. Le invitaron a ir a comer para celebrar su incorporación a la iglesia. La comida fue en casa de una hermana de la iglesia, preparó pescado a la tikin-xic, que no había probado Jeremías nunca y le pareció delicioso. Le preguntaron a Jeremías si tenía esposa, a lo cual respondió que planeaba casarse con su novia que conoció en el seminario. Solamente que ella es un año menor y se había quedado a terminar sus estudios. Por la noche después del segundo servicio habló con su novia por teléfono y le explicó como había estado su primer día como pastor. Días después estaba Jeremías caminando por la plaza principal, iba al mercado a hacer algunas compras cuando vio a un sacerdote católico fumando. Lo reconoció por su vestimenta negra y el alzacuellos. Jeremías pensó que lo más prudente era presentarse.

— ¡Hola padre, mucho gusto! Me llamo Jeremías Morales, soy el nuevo pastor de la primera iglesia bautista que está aquí a unas cuadras.

— Ah, ya veo, mucho gusto, soy el padre Jorge Ramírez. Si sabía que habían buscado un nuevo pastor después que muriera el pastor Teodoro Álvarez. Lo conocí bastante bien, él me ayudó cuando me mudé a la isla ¿sabe? Ya era él un veterano por entonces. Le ofrezco mi ayuda por si necesita cualquier cosa.

— Muchas gracias padre.

— ¿Le gusta jugar ajedrez?

— Pues se mover las piezas.

— Le puedo enseñar algunos trucos, ¿porqué no viene el miércoles como a las 6 y jugamos una partida?

— Ah, muy bien, lo veo el miércoles.

— Mire, aquí está mi tarjeta con mi número.

— Perfecto, gracias, lo veo el miércoles.

Así empezó el pastorado de Jeremías. Se tuvo que acostumbrar a la vida tranquila de la isla y al calor a veces sofocante, pues venía del centro del país donde las cosas se mueven más rápido y no hay tanto calor. La brisa marina ayuda, eso si. Carecía de un lugar para suplirse de libros pero siempre podía cruzar a Cancún o pedirlos por internet. Lo que no le costó acostumbrarse fue a comer el pescado fresco así como los mariscos. Se veía a menudo con el padre Jorge para jugar ajedrez y por cuestiones prácticas sobre como liderar una iglesia.

Un sábado, habían pasado unos cinco meses desde que empezó el pastorado de Jeremías, que ya vivía por el sur de la isla fue un sábado al templo a repasar los himnos que se cantarían al día siguiente. Los hermanos encargados de la alabanza lo acompañaban. Llegaron al templo cuando vieron un tremendo graffiti en la fachada de la iglesia, que la abarcaba completa. Eran letras grandes en mayúscula y decían ‘DIOS HA MUERTO’. La imagen impactó a los hermanos y al pastor quien dijo que entraran e hicieran el ensayo, él iría a buscar jabón, esponja y agua para limpiar la fachada. Terminó de limpiarla y el ensayo transcurrió con normalidad. El domingo el culto se llevó a cabo sin sobresaltos, pero algo había en el sentir de los hermanos y del pastor. Les había afectado el graffiti más de lo que esperaban.

— Pastor, esto lo tiene que denunciar– le dijo el hermano Mark.

— No se preocupe hermano, seguramente es un incidente aislado.

— No creo, me da muy mala espina.

Transcurrió una semana sin incidentes. la próxima semana llegaron nuevamente al ensayo de los sábados y encontraron tres cabezas de cerdo en la entrada de la iglesia con un graffiti que decía ‘DIOS’ y una flecha apuntando a las cabezas. Este hecho terminó por enfurecer al pastor y a la congregación. Se decidió poner una denuncia en la policía. Se haría la investigación pertinente.

Jeremías por su parte estaba algo confundido. Habló por teléfono con su hermano, quien es abogado en Cancún. Su hermano le dijo que tuviera cuidado, no fuera a ser un maleante. Jeremías decidió esperar a la investigación policíaca, ellos darían con el agresor. Fue a hablar con el padre Jorge. Le contó lo que habían pasado.

— ¿En serio? Me extraña, nunca había tenido un caso así. Pensaba que los días de la intolerancia religiosa habían quedado atrás.

— Claro, yo también. La historia nos dice que hay problema entre católicos y protestantes, pero creo que no es el caso.

— Parece ser contra cristianos en general, solo que no se porqué se decidió atacarles a ustedes, aquí en la iglesia no ha pasado nada.

— A mi me suena una idiosincrasia atea y supremacista. Pero no pensaba que agredieran físicamente a una iglesia.

— Me preocupa que esa ideología se esparza en la isla. Es una isla pequeña ¿sabe? Tenemos que ponernos en las manos de Dios y de las autoridades.

Pasó una semana sin incidentes, las actividades de la iglesia siguieron su curso habitual. Sin embargo, a la siguiente semana en domingo llegaba el pastor al templo y encontró tres cruces boca abajo clavadas a la puerta de la iglesia. Jeremías veía atónito el espectáculo mientras llegaba el hermano Mark Preston.

— ¿Qué? ¿Otra vez? No puede ser, ¿qué ha dicho la policía?

— Nada, no tienen indicios.

— Mucho trabajo han de tener ¿eh? Le propongo algo pastor. Yo voy a atrapar al maleante. Mire, lo más seguro es que vuelva a atacar. Deje que ponga vigilancia en el templo y le aseguro que lo atrapo.

— Mmm, no se, no me parece muy adecuado.

— ¿A qué le tiene miedo? Estoy entrenado para esto.

— Bueno, puede ser, pero no le trate muy mal, quiero hablar con el responsable.

— Excelente, no se preocupe.

El hermano Mark se encargó de todo, puso cámaras que pasaban desapercibidas si no se indicaba su posición. Además se quedó a pasar la noche en el templo. Pasaba en vela las noches montando guardia. Vestía de negro y tenía puesto un pasamontañas. Así estuvo esperando pacientemente por dos semanas. En el día dormía e iba al cuartel de la marina. La madrugada del domingo recibió Jeremías una notificación a las 3 a.m. que decía simplemente ‘lo tengo’. Jeremías se levantó a las 7 a.m., se vistió rápido y fue al templo. El hermano Mark estaba adentro dormitando en una banca, lo despertó Jeremías.

— ¡Ah, pastor! Aquí tenemos al culpable. Le dije que lo atraparía.

— ¡Pero si es un muchacho!

En efecto, el atacante era un adolescente de unos 16-17 años. El hermano Mark lo había amordazado e inmovilizado de manos y pies con unas abrazaderas corredizas. Además le había puesto una soga entre pies y manos por la espalda, por lo que estaba inmovilizado. Al ver llegar a Jeremías el maleante se empezó a retorcer.

— Hey, calmado compadre– dijo el hermano Mark.

— Por favor, tráigalo arriba hermano Mark, quiero interrogarle.

El hermano Mark le quitó la soga y cortó la abrazadera de los pies para que pudiera caminar. Sin embargo, le dejó las manos sujetas a la espalda y la mordaza en la boca.

— Ya escuchaste al pastor, súbele.

Se podía ver la indisposición del joven malhechor en la mirada, pero aún así subió aquellas escaleras andando. El hermano Mark subía tras de él. Llegaron a la oficina y el hermano Mark puso una silla en medio. Jeremías trajo una silla y se sentó frente a él.

— Quítele la mordaza hermano, por favor.

— ¿No vas a gritar verdad escuincle?– dijo el hermano Mark dirigiéndose al malhechor– me quedo atrás viéndote.

— Hola, mi nombre es Jeremías, soy pastor de esta iglesia, me gustaría saber ¿porqué nos atacas?

— La religión es una institución anticuada que la humanidad haría bien en superar y dejar atrás. Solamente ayudo al bien mayor.

— ¿Pero no crees que hacemos un bien a los hermanos que vienen cada domingo aquí?

— No se que les ha dicho para someterlos de tal manera.

— Yo no he dicho gran cosa, es Dios quien actúa a través de mi.

— ¡Ay, pero qué tonterías!

— Mira, a lo mejor no te voy a convencer, solo pido tolerancia para hacer la voluntad de Dios.

— ¡La única voluntad que existe es la voluntad de poder!

— Ah, de Nietzsche se trata entonces. No es el único pensador que existe ¿sabes? Creo que te hace falta conocer más puntos de vista.

— ¿Usted lo conoce?

— Sí, y no creo que esté en lo correcto siempre. Creo que te falta conocer la gracia de Dios.

— Si me permite pastor– interrumpió el hermano Mark– creo que lo que le falta a nuestro joven amigo es un poco de disciplina. ¿Ya hiciste el servicio militar?

— No, saqué bola negra.

— Eso se arregla fácilmente. De aquí en adelante vas a entrenar conmigo diario, servicio militar intensivo. No pienso convertirte a la fuerza, no es mi estilo. Pero si voy a hacer que sepas que es amar a Dios en tierra ajena.

— Excelente dominio del idioma español hermano Mark– dijo Jeremías– estoy de acuerdo, es eso o la cárcel mi joven amigo.

El chico vio al piso y luego al techo con angustia.

— Okey– dijo.


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