Hace unas semanas que sucedió otro episodio más en esta terrible tragedia que es la narcoviolencia en México. El asesinato de Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan, Michoacán cuyo atacante le disparó a quemarropa es, un espectáculo espeluznante. Forma parte de la larga lista de personas asesinadas en manos del crimen organizado en Michoacán. Unas semanas antes se anunciaba la muerte similar de Bernardo Bravo líder de la asociación de limoneros del mismo estado a manos de otro cártel de la droga.
Hay varios temas que el asesinato de Carlos Manzo deja ver sobre la realidad del estado Mexicano. Antes que nada, es sabido que poco antes de su asesinato, Manzo pidió ayuda al gobierno estatal y federal. Cosa que le fue cedida, se desplegó un importante contingente de fuerzas de la guardia nacional así como del ejército para elevar la seguridad del municipio. La única forma de llevar a cabo el asesinato era con la guardia baja, en un evento que celebraba el día de muertos. El alcalde, con varias amenazas de muerte en su contra, iba resguardado por escoltas y portaba un chaleco antibalas.
Así también, la única forma de llevar a cabo el asesinato en tales condiciones era con un ataque kamikaze, es decir, quien lo efectuara sabía que seguramente sería detenido o abatido. Como es sabido, el atacante fue muerto en el lugar de los hechos. Más allá de los hechos concretos, debemos ver lo que este acto nos dice sobre la fuerza del orden en el estado, ya que un grupo criminal puede hacer un acto de tal envergadura sin que su existencia se vea amenazada. Nos habla de la solidez de la agrupación criminal. Por otra parte, este hecho criminal no nos habla de la capacidad de reacción del gobierno, que la hubo, sino de su incapacidad de planeación a largo plazo. Hacen falta estrategias nuevas, aproximaciones fuertes y más movilización para atacar este agobiante problema.
El estado mexicano, sin embargo, tiene un rango de acción limitado. Puede aplicar soluciones nacionales a lo que en realidad es un problema internacional. Y es que este es un conflicto armado local financiado con dinero de otro país. Estados Unidos, el principal consumidor de la droga de los cárteles mexicanos. El mismo país que duda en ayudar a la inocente Ucrania en una clara invasión decide financiar a grupos criminales armados. Si seguimos el relato oficial de los Estados Unidos, la droga se produce en México, pero allá no hay problema de violencia porque mágicamente se distribuye ahí. Es como si los cárteles dejaran en la frontera la droga a un Santa Claus quien la reparte eficientemente en todo el país. Nadie, sino Santa es responsable puertas adentro. Pero lamento arruinar este maravilloso relato al lector, pues no es cierto: no hay tal Santa Claus. Lo que hay es ineptitud y corrupción en ambos lados de la frontera. Mientras la principal fuente de ingresos del narcotráfico esté abierta, las asociaciones criminales seguirán manteniéndose y creciendo y la violencia seguirá de un lado de la frontera.
¿Vale la pena salir a marchar por este tema? Yo creo que si, hay que exigir al gobierno que haga todo lo que está en su poder para resolver este problema, ya que de otra forma no se hará. Sin embargo, también debemos exigir acciones diplomáticas ya que no se puede apuntar a un culpable unilateralmente a un problema bilateral.
Personalmente, como fanático del manga, no me encantó la iconografía de One Piece en la marcha del sábado pasado, pues creo que es un tema muy ajeno a la temática de dicha obra, pero respeto a quién tome esa bandera como símbolo de libertad.
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