A punto de terminar el sexenio de López Obrador al frente de la presidencia habría que pensar lo que ha cambiado en el país. El gran lema de este gobierno ha consistido en enarbolar una gran transformación de la vida pública del país, de trascendencia comparable a la independencia, la reforma y la revolución mexicana. Una transformación para mejor del estado en el que se encontraba el país en el 2018.
A decir verdad, se han tomado decisiones un tanto desconcertantes. Por ejemplo, la decisión de apoyarse en las fuerzas armadas, brindándoles un protagonismo en la vida pública que antes no era el caso de la misma forma. Se puede hablar de un infame protagonismo de los militares en otros tiempos, como los de Felipe Calderón. Así pues, llama la atención que se ahonde en una estrategia que ya se sabe que es dolorosa y produce escasos resultados positivos: la confrontación directa y violenta contra el crimen organizado.
Pocos temas marcan la vida pública nacional hoy en día más que el crimen organizado. Desde los altos de Chiapas, pasando por Guerrero, los agricultores en Michoacán, el Golfo de México, Jalisco y recientemente más que ningún otro lado Sinaloa, prácticamente todo el territorio nacional está trastocado por el narcotráfico.
Es entonces un aspecto fundamental de la realidad del país. Debe ser entendido como un eje principal de acción ya que las organizaciones criminales actúan como un gobierno independiente, cobrando impuestos arbitrarios y ejerciendo justicia discrecional sobre la gente que tiene bajo su dominio. Las deficiencias del gobierno de López Obrador pueden (y deben) ser rastreadas en línea con los problemas causados por el crimen organizado, caracterizado por el narcotráfico. En otras palabras, el tema del narcotráfico ilustra las deficiencias de este sexenio.
Lo que sucede es que para que el problema fuese tan extendido en el país, no podría ser el caso sin que estuvieran involucrados diversos sectores públicos y privados: ya sea policías locales, empresarios, agricultores, pueblerinos etcétera. Es todavía negocio, sale a cuenta todavía salirse de la ley. Los cambios hechos en este sexenio deben verse con miras a transformar este problema tan apremiante. Lo complicado del asunto es que no hay soluciones que no sean a largo plazo, por lo que las semillas sembradas no sabemos si su fruto será la solución del problema. Por ejemplo, deberíamos leer alguna reforma Obradorista X en línea con el problema del narcotráfico, la ley resultante ¿producirá el cambio efectivo o no hará nada al respecto?
Un punto clave se ha transformado en este sexenio: la discusión pública ha aumentado su calidad. Recordemos que la discusión de hace seis años versaba sobre que un gobierno de izquierda no era lo mismo que el comunismo. En este punto las antiguas élites han tenido que aceptar, tal vez a la fuerza, un mejoramiento de sus argumentos, una elevación de la discusión. Ahora ya aceptamos que puede haber izquierda moderada, vimos que no hubo mucho cambio, por ejemplo, en el tema del narcotráfico. Debemos aceptar la nueva realidad que va a haber un gobierno de izquierda pero que debe producir acciones eficientes para reducir este problema tan acuciante. Obrador ha apostado por la limpieza moral, es decir simbología, el tiempo dirá si da los resultados necesarios.
Leave a Reply