Cruzar el umbral

¿Cómo llegar al otro? La pregunta se nos presenta con total naturalidad: en el mundo existen más conciencias que la que uno, como sujeto experimenta como propia, al menos esa es la creencia que el sujeto debe tener. Si bien esta es una noción obvia, el procedimiento en el que se basa dicha creencia es, por decir poco, complicado. El sujeto responde desde su subjetividad hacia sus proyectos, desde su historia y con sus conceptos. El proceso de conformación de una conciencia es tan complejo que da la apariencia de infinitud. El otro se nos presenta como infinito desconocido.

La conciencia ajena nos muestra esbozos de representaciones internas, matizadas por el propio entendimiento. El otro ser se proyecta hacia afuera y nosotros captamos las imágenes y las interpretamos y unimos. La continuidad de ese conjunto discreto de imágenes es lo que la subjetividad arma en su fuero interno.

Así uno se puede hacer una idea de lo que sucede en la mente del otro, i.e. de la realidad más íntima de la existencia ajena. ¿Qué tanto es posible hacer esto? ¿Qué imágenes corresponden a la esencia íntima y existencia del otro?

Pensemos en una institución al cuidado de una persona. Cuidado en este caso sería el proveer los recursos necesarios para el bienestar emocional de un sujeto. Algo así podría ser como los padres que cuidan a un hijo o un tutor que cuida a un menor encargado. El agente a cargo debe hacerse una idea de la persona que cuida, por medios indirectos que nos cuente su historia interna, su autorelato y opinar al respecto. Debe hacerse un mapa mental de dicho relato. Ya se ve que no es tarea fácil, hay que tener un continuo monitoreo de la conciencia en cuestión. Hay que saber en dónde está. El ente protector tiene la compleja tarea de acercarse y averiguar sobre el sujeto. Es por eso que es loable la tarea de las instituciones protectoras, pues deben en primer lugar saber la condición del otro. Se debe agradecer la disposición benévola de los tutores, pues requiere un trabajo no trivial conocer al sujeto y claro, proveerle lo necesario a su condición. El sujeto por su parte no conoce nada sobre el mundo ni sobre la tarea de dichos tutores. Pero el sujeto llega a ser quien es gracias a ellos.

Esto nos regresa a la cuestión central: ¿Qué tanto se puede conocer al sujeto? ¿Qué tan bien sabemos que la persona está ahí frente a nosotros? A fin de cuentas el proceso de aprendizaje se hace de manera lingüística. Además hay reglas esenciales de convivencia que le dan al sujeto un espacio personal. El tutor debe, en cierta forma, cruzar el umbral de este espacio y llegar a la esencia del otro. Debe inmiscuirse en la jungla del ser del sujeto mediante las imágenes que le provean. El acto de cruzar el umbral, de entrar en la intimidad del otro ser ¿Cómo se hace? ¿Qué es lo que configura su esencia?

En términos generales podemos saber que hay un conjunto de anhelos universales: por mejorar la posición social, económica (y aquí el comunismo entra en problemas), entenderse emocional y espiritualmente. Sin embargo, lo que verdaderamente configura la esencia del otro es sus particularidades, sus imágenes ‘propias’ que le dan un aspecto específico, una cierta mirada única. Ahí está posiblemente la esencia del sujeto, en los aspectos aparentemente triviales de su existencia y de su flujo mental. Dichas representaciones nos hablan de su esencia propia y si ser íntimo.

Ahora bien, lo que me parece anti-intuitivo de la sociedad es lo poco que se cruza el umbral del otro ser. El umbral es como un espacio sagrado que no se allana. No es posible atravesarlo sin el consentimiento ajeno porque es un acto demasiado violento. El umbral se atraviesa por invitación, o ¿es esta acaso una convención poco útil de la sociedad?

Me parece que hay situaciones donde es imperativo cruzar el umbral del otro. Donde deben dejar de ser válidas las convenciones hechas y se fuerza la entrada. El otro ya rechazará o se apropiará de este hecho. Sin este cruce, ¿Se puede llamar sociedad? Hay momentos críticos que nos llaman a cruzar lo incruzable: salvar la vida ajena, o cuando cruzar dicho umbral salva algo más grande que el otro ser: una institución.


Posted

in

by

Tags:

Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *