Hacen falta no muchos pasos en la dirección adecuada para llegar a plantearnos un problema epistemológico. Tome por ejemplo el siguiente diálogo
-¿Porqué cree usted en la ciencia?
– Bueno, porque es un conjunto de disciplinas que estudian ciertos hechos del mundo y contienen hechos verdaderos.
– ¿No habla acaso la religión sobre la verdad también? ¿Los políticos no acusan de no ver la verdad a sus contrincantes o de tenerla ellos?
– Pues si, pero eso tiene que ver con lo social.
– ¿Qué es la verdad entonces? ¿No hay hechos verdaderos en la sociedad?
– Bueno, más bien hay que entender a qué es lo que se refiere uno al decir “verdad”.
Y aquí tiene usted un problema epistemológico en pocos pasos. El planteamiento antes presentado tiene un sentido premonitorio pues es mi intención analizar el fenómeno de la ciencia. Empezando por su influencia y porqué debe tomarse en cuenta.
Hay un cierto alejamiento de la sociedad general con respecto a la ciencia. En parte se observa en las personas que desconfiaban de la vacuna contra el COVID-19, por ejemplo, o también la curiosa popularización del terraplanismo, el miedo a las señales de la telefonía 5G etcétera.
Sin embargo el análisis debe ser, creo yo, no tanto sobre los hechos concretos que la ciencia estudia, sino sobre las preguntas que se hace y cómo se hace. Debe entenderse desde donde vienen las preguntas de la ciencia, para que entendamos su relevancia para la humanidad. Uno podría argüir que la ciencia es lo que se publica en las revistas de renombre de revisión de pares. Eso está bien, pero tantos tecnicismos esconden el verdadero fenómeno científico.
Nunca es posible separar a la ciencia como fenómeno del hecho concreto que estudia. Sin embargo es posible tratar de entender el basamento de las cuestiones del científico. Hay entonces un espíritu o una forma de ver la realidad que difiere de otras disciplinas. Hay, como se ha mencionado antes un problema de “demarcación”, pues no es claro como dividir la ciencia de otras tradiciones humanas.
Para entender desde donde se pregunta la ciencia, el espíritu de sus preguntas podemos estudiar sus grandes planteamientos epistemológicos. Como he mencionado antes en este blog, es muy interesante entender la ciencia desde sus demonios seculares. Si seguimos la historia de la ciencia, han surgido preguntas concretas y generales que absorben el espíritu de la ciencia. Por algún motivo (seguramente lúdico) se les ha atribuido el denominador de demonios a seres involucrados en estas importantes cuestiones. Mi punto es que, es posible demarcar a la ciencia como la disciplina que estudia las preguntas planteadas de manera específica, que son en la que intervienen los demonios seculares.
Empecemos con el genio maligno de Descartes. En un ejercicio de formalidad, Descartes va a dudar de todo lo que se le presenta a sus sentidos, todo lo que sabe y de lo que está seguro. Y aquí es donde entra el genio maligno, pues imagina que hay un ser que activamente le está distorsionando la información que llega a sus sentidos. Más allá e que esta reflexión lleva a Descartes a su célebre ‘cogito ergo sum’ habría que ver la situación en la que un ser está ente un adversario que distorsiona la información que recibe. Así pues, lo crucial es la situación en la que Descartes se autodescribe: en la que no puede confiar de lo que se le muestra, que debe encontrar ciertos rasgos fundamentales para enclavar su certeza. Así también, debe enlazar su entendimiento en base a estas cuestiones clave. Entonces, el genio maligno muestra un tipo de pregunta: el ser que trata de entender lo real mientras que no puede confiar completamente de lo que llega por los sentidos, el ser que integra la información en un medio hostil a la verdad. Es el primer tipo de cuestiones que establece Descartes para la filosofía. Podríamos extender esta pregunta al ámbito científico ya ue esta cuestión es básica en la ciencia. De aquí se puede intuir la necesidad de la física experimental, por ejemplo, ya que aunque se tenga una teoría plausible, en un medio hostil a la verdad, se requiere de una corroboración por otro ámbito.
El segundo demonio a considerar es la inteligencia de Laplace. En el experimento mental de Laplace, se tiene una gran inteligencia con acceso a las posiciones y velocidades de todas las partículas del universo. Así también dicha inteligencia puede calcular todos los momentos futuros: conoce todo el devenir del universo. Aquí claramente nos encontramos con la cuestión del determinismo. El demonio de Laplace tiene un gran poder de cálculo. Dicha noción Laplaciana claramente viene de la mecánica clásica así como del electromagnetismo clásico que ofrecen este tipo de predicciones, con la suficiente potencia de cómputo. Se sabe, por razones varias que este es un ideal inalcanzable aún dentro de la mecánica clásica. Pero el tema que nos compete es observar otra forma de pregunta que responde la ciencia; debe darnos herramientas para predecir el futuro de un sistema a partir de datos iniciales. Debe, al menos de manera acotada a un rubro específico, dar una predicción certificable del comportamiento futuro de un sistema. Así pues, las predicciones deben ser reproducibles, ya que solamente dependen de las condiciones iniciales que se den, el sistema debe tomar las acciones que se predicen. Si no reacciona como se predice, la teoría está mal pues hay algún elemento relevante no considerado.
Otra dimensión de la ciencia nos la da el demonio de Maxwell. En este caso, el demonio hace la función de un agente que viola una ley de la física, explícitamente, la segunda ley de la termodinámica. Dicha ley nos dice que la entropía de cualquier sistema físico crece en el tiempo. Sin embargo, en el siglo XIX había un gran debate sobre si la termodinámica podría deducirse de una realidad corpuscular subyacente. Se desarrolló en aquel entonces lo que hoy se conoce como la física estadística, un pilar de la física y de la ciencia en general. En este contexto, Maxwell creó un experimento, en el que hay una caja partida a la mitad con un gas atrapado. La pared de en medio tiene una apertura que se abre y cierra a discreción. Dicha apertura es gobernada por un ‘demonio’ o ser conciente. Hay que aclarar que un gas normalmente está compuesto por una mezcla de partículas con distintas velocidades. El demonio deja pasar de un lado partículas con muy alta velocidad i.e. muy energéticas y del otro deja pasar las partículas lentas. El resultado de crear dicha diferencia en velocidades es una disminución de la entropía del gas dentro de la caja. El demonio viola así una ley de la naturaleza, pues muestra que la entropía no siempre aumenta. Surge aquí otro tipo de pregunta que puede hacer y responder la ciencia: en los agregados, observar las propiedades generales de los sistemas complejos, ver lo que sólo se puede ver estadísticamente. Y es que hay fenómenos que solo tienen sentido en agregados, por ejemplo, la entropía. El demonio de Maxwell sirve entonces como alegoría para entender la entropía como un fenómenos colectivo de un ensamble de partículas.
Finalmente quiero introducir un par de demonios a la literatura científica, pues nos ilustran otro tipo de preguntas que la ciencia se ha hecho más recientemente: Alice y Bob. Podemos datar el tipo de preguntas en cuestión desde el nacimiento d la ciencia de la computación, es decir, desde los trabajos de Turing de la primera mitad del siglo XX. Vea que a la computación no solamente le importa que un objeto matemático exista en un espacio abstracto, sino que le importa también se pueda calcular, obtener de alguna manera. La cuestión es que un ser humano puede saber que existen en abstracto un número, pero el número en cuestión puede ser prohibitivamente complejo de calcular, ni siquiera por una computadora. Entonces el conocimiento de objetos infinitos, o más bien, la clasificación de una lista infinita poco sirve ante la necesidad práctica de calcular un caso concreto. En esto se basa, por ejemplo, la criptografía moderna, que es la razón por la que pueden mandarse mensajes seguros a través del internet. Hay una relación cercana con la teoría de la información creada por Shannon a mediados del siglo XX. Dicha teoría trata de como mandar mensajes eficientemente y encriptados. En estos casos se introduce a un ser antropomórfico, Alice, que se comunica con otro ser antropomórfico Bob. La cuestión es que ellos están aislados de todo lo demás, no pueden comunicarse por otros medios ya que lo que se desea estudiar es la comunicación misma. Alice manda un mensaje y Bob lo recibe y lo entiende y puede responder a Alice mandando otro mensaje etcétera. El tipo de preguntas que la ciencia hace en este caso es de intersubjetividad. En efecto, hay dos sujetos separados que desean comunicarse mediante canales físicos. Los problemas de este tipo son de constricción de los medios de comunicación, de codificar lo que se manda y de decodificar lo que se obtiene con los recursos disponibles.
Resumiendo, podemos delimitar ls ciencia como la disciplina que indaga sobre la realidad, pero sus preguntas deben ser de cuatro tipos:
- Sobre como un sujeto puede ensamblar la realidad desde hechos confiables.
- Sobre como construir un modelo reproducible y predictivo de la realidad.
- Sobre como encontrar realidades en la complejidad que no tienen sentido en lo individual.
- Sobre como lidiar con los problemas que vienen de la intrínseca intersubjetividad en la que los sujetos están inmersos.
Así pues hay que pensar en la ciencia por el tipo de preguntas que se hace.
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