Quien haya tenido la oportunidad de poseer algo más allá de lo estrictamente necesario sabrá que disfrutar de un objeto de lujo es gratificante. Pongamos como ejemplo un automóvil. Obviando el hecho de que un automóvil ya es un objeto de lujo, un automóvil básico básico cumple su función y nos lleva de un punto a otro, pero un automóvil lujoso es claramente más agradable para los sentidos del conductor y de los pasajeros. Así también un equipo de sonido de alta calidad suena mejor que uno que simplemente nos deja apreciar la melodía. El lujo produce una sublimación que eleva a los seres humanos más allá de la condición estrictamente material. El lujo conlleva una fantasía liberadora en un sentido.
El lujo está inscrito claramente en un fondo interconectado. No es simplemente la apreciación de la cosa en sí (la música por ejemplo) sino el conocimiento de que lo que se recibe es de lo mejor que hay en el mundo. En este sentido un buen amigo que nos muestre un aspecto de la realidad que nos permita ver mejor es un lujo. Los amigos que nos instruyen son un gran aporte a nuestra vida. Al lector le recomiendo que se instruya en filosofía. Personalmente, estudiar filosofía me cambió la existencia. Le estoy dando al lector el regalo de lo mejor del pensamiento humano, un lujo. A pesar de que el mundo trate de persuadirle, no se confíe, el pensamiento propio siempre es preferible. Más en esta época en la que hay multitud de ataques psicológicos de los que no siempre estamos al tanto.
Pero pensemos en los objetos de lujo que no son privados. Tome como ejemplo las playas de Cancún. Son playas hermosas, envidiables incluso. Así también son lugares públicos, zonas federales, donde incluso los ricos pueden ir a bañarse. Otro ejemplo es el de los grandes monumentos públicos, como la torre Eiffel o el coliseo Romano. Otro ejemplo podría ser la fuente de Trevi, que se muestra en la imagen.
Dicha fuente es accesible a los viandantes, no se paga por entrar. Así también es un deleite a la vista. Dicha clase de lujos nos sublima a un estado superior de existencia y hace cohesionar a la sociedad. Es muy triste pensar en la pérdida de monumentos así. Es como perder a un amigo quizá no muy cercano, pero sí entrañable que por algún motivo se va de nuestra vida. Normalmente dicha pérdida se da como daño colateral de una guerra seguramente sin sentido. Los amigos como los lujos, deben atesorarse. Una pérdida así solamente afea el paisaje, impide el desarrollo humano.
Otro tipo de lujos públicos lo constituyen personas: los intelectuales, que nos ofrecen perspectivas nuevas para ver la realidad. Los novelistas, filósofos, ensayistas, periodistas, en fin, cumplen un objetivo esencial en las sociedades: entender el espíritu del tiempo para mostrar nuevas vías de desenvolvimiento de la historia. Deberían ser tratados como monumentos públicos.
La ciencia también es un lujo público, pertenece a la humanidad entera. Es costoso hacer ciencia como seguramente lo fue construir la torre Eiffel. Alguien podría decir que es una torre inútil, pero vea el gran deleite que da al observarla y la personalidad que le da a París, no sería la misma ciudad sin su torre.
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