En retrospectiva el siglo XX fue un siglo de excesos. Al principio del mismo se tenía una imagen de desproporcionado exceso de confianza en la razón y el progreso nacionalista. No obstante, esta confianza dio sus frutos, vimos grandes avances científicos y tecnológicos. Somo 8 mil millones de humanos sobre este planeta debido a dichos avances, a priori ese número de personas era inpensable. El progreso tecno-científico también cambió la economía y la sociedad. No demasiado, hay que aclarar, comparativamente poco. Al principio del siglo la economía en Europa no era la mejor, lo que empujó a varios países a sucumbir a la tentación del facismo. Hoy le ponemos otro nombre: ultraderecha, para cubrirnos con la retórica que todo es diferente, que hemos progresado desde entonces. Hay temas en que la sociedad sí es distinta, tómese la aviación contemporánea de ejemplo. Sin embargo hoy vuelven los fantasmas del pasado facista a atormentar a los vivos. ¿No que mucho progreso? ¿De qué sirvió el neoliberalismo si nos empuja contra las cuerdas y nos hace recordar un pasado de crisis económica profunda cuando en realidad no hay tal crisis? ¿Cómo es posible que se deteriore el discurso político a esos grados exuberantes?
El neoliberalismo, como visión tecnócrata y utilitaria nos da como resultado otra vez un facismo en ciernes. Habría que pensar qué es lo que despertó esa pulsión en las sociedades contemporáneas. La respuesta más simple se me hace, es la desigualdad creciente dentro de los países. La diferencia entre personas es evidente, hay numerosos llamados a la redistribución del dinero. Es lugar común hablar de la enorme riqueza desproporcionada del 1% más rico. Hay factualmente prosperidad pero no se siente entre la mayoría de la población. Pero el fenómeno también se da entre países por la diferencia de desarrollo. La internacionalización de los medios de transporte y de comunicación también ha traído la internacionalización del deseo. Los más pobres desean superarse. De ahí la migración. Si el descontento no hubiera crecido, no habría razón para el triunfo de discursos cuyo núcleo es el del malestar y el odio por el otro.
Aquí entonces habría que analizar cómo está compuesto el discurso de este neo-facismo que tanto ha acaparado la atención. Para mí este tipo de discurso se entiende mejor como pornografía del lenguaje. ¿Qué entiendo por pornografía? Son imágenes y video con sugerencia sexual explícita, ya sea con un acto sexual o simple desnudez. Tienen como función erotizar al espectador de manera mental, utilizando una representación o incitación explícita. Aquí no nos interesa mucho su contenido, ni su manera de actuar en la psique humana, nos interesa más bien su cualidad oculta de la esfera pública así como el hecho que es una fuente de pulsión libidinal. Estoy completamente de acuerdo que la pornografía sea ajena a lo público, no puede erotizarse al ser humano ad nauseam, ya que es un estado anormal. La sociedad no podría funcionar como la conocemos con el puro deseo sin frenos. Sin embargo, hoy en día se ha naturalizado el acceso a medios de autoerotización. Esto arroja al ser humano a un universo extraño del que no se si entendamos del todo sus consecuencias. La pornografía es un conjunto de imágenes comunes pero de naturaleza privada, ajeno a la esfera pública y así debe mantenerse.
Ahora, pensemos en la cordialidad entre personas. Cuando se tratan entre personas diferentes suelen surgir reglas no explícitas de cordialidad, imágenes mentales sobre las demás personas cuya mención explícita es incordial, además de ocultar la realidad. Tomemos por ejemplo, una persona a la que le falte un brazo. Es incordial para una persona con dos brazos hacer notar explícitamente la falta de un brazo de la otra persona. Esta es una regla práctica de una sociedad abierta. Lo que dice esta regla es que no se debe hacer uso explícito de imágenes mentales en la esfera pública. El facismo habla de superioridad física, al menos como imagen. Rompe así acuerdos cordiales, permite imágenes prohibidas. Así también hay cierta pulsión libidinal en esta transgresión. Un placer escondido por saberse superior y expresarlo. Entonces, fácticamente se reproduce de la misma manera que lo hace la pornografía, da lugar a lo prohibido.
Dicho discurso se nutre de una historia básica precedente. Hay imágenes de gloria y de grandeza de las que el facista puede nutrirse. Estas imágenes estaban precedentemente en la historia, pero ocultas de cierta manera, el facista les pone foco.
Ahora bien, es importante diferenciar el facismo de otras formas de lenguaje que, si bien son transgresores, no conllevan el mismo peligro, por ejemplo el punk rock. El punk rock tiene como esencia la transgresión y una estética agresiva hacia lo común. Sin embargo, la dimensión política es completamente opuesta al facismo: es su antagonista. La razón de ello es su lugar de enunciación, el facismo va desde el poder hacia los que son oprimidos (o que el poderoso piensa que puede oprimir) mientras que el punk rock va desde los oprimidos hacia los poderosos. Es por eso que el punk rock tiene un carácter liberador mientras que el facismo traiciona su propio propósito, ya que pretende crear una sociedad libidinalmente inconsistente. El punk, por su parte, no se plantea un proyecto social, toma como dada a la sociedad.
¿Porqué cuidar el lenguaje? En el lenguaje que se usa en la comunidad ya están las semillas de las instituciones futuras de la sociedad. Las imágenes mentales que se transmiten contienen lo que solamente después devendrán en hechos. Un dictador, por ejemplo, no tiene que explícitamente mandar a matar a miles de personas, ya está implícito en las imágenes que dió, los súbditos simplemente ejecutan sobre la lógica dada. El facismo es un lenguaje de odio y altivez, hecho a la medida de los privilegiados de la historia. Puede que satisfaga a los frustrados en el corto plazo, pero no traerá una satisfacción completa, no creará las condiciones de una sociedad libre y no generará progreso ni prosperidad que duren. Es imperativo exigir una limpieza del lenguaje público a los dirigentes, ahí están las primicias del futuro que construyamos.
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