El mar

Desde la antigüedad el mar como símbolo ha tenido como algunos de sus significados la oportunidad, el mundo abierto, la aventura. Pensemos en la Odisea, en Sinbad, los vikingos, los fenicios, Herman Melville. Pero, ¿puede haber aventura sin contratiempos, cronometrada y prefijada? La poesía parece exijir que no: quien se haga a la mar debe estar preparado para golpes y penurias.

Ahora bien, el mundo parece estar cada vez más lleno de certezas, menos adepto al mar poético que inspiró a Homero. Lo cierto es que pasar un desconocido número de penas puede desarmar al más valiente, haciendo ver su empresa como absurda. Así también, nos enfrentamos a la posibilidad de hacer el ridículo frente a otros.

La certeza evita dos cosas que causan pesar en el ser: el absurdo y el ridículo, dos conceptos que parecen lo mismo pero no lo son. Ambos son entes intrínsecos de la psique. La teoría existencialista de Sartre, en su obra capital, nos servirá en este caso. Primeramente, el absurdo es un concepto individualista, sólo interviene el ser-para-sí. El ser, que tiene un mecanismo fundamental de nihilización, nihiliza el sentido del mundo. El absurdo surge, según Sartre, como resultado de la nihilización de un proyecto. Siempre es desde el ser.

Sin embargo, algo que Sartre no menciona, o quizá de pasada, es el ridículo. El ridículo, es, a mi entender, una categoría social. Hay varios tipos de ridículo, aquí hablaré de uno que vincula. El ridículo vincula ya que nihiliza el sentido pre-figurado entre dos personas. Al nihilizar el sentido de una situación, hace que el ser nihilice el espacio entre seres (dentro del ser-para-otro de cada parte) y se cree un vacío. Dicho vacío no es un vacío que atormente al ser, como sí pasa en lo absurdo, sino que revela un hueco de sentido del mundo. Afirmo, pues, lo siguiente: quien hace el ridículo muestra el hueco y lo llena con un sentido, la gracia en el otro es la aceptación de dicho sentido, la ofensa es la negación de dicho sentido. Crea entonces nuevos sentidos, en un modo local. Ahora bien, el sentido puede ser explícito o implícito. El sentido puede ser lo opuesto a lo que se dice explícitamente: la gracia muestra lo incorrecto en dicho caso. El sentido dependerá siempre del contexto y de la situación.

Se ve entonces la diferencia: el absurdo solamente es negativo, su positividad es a posteriori. Ya que carecen de sentido las cosas, le daré yo un nuevo sentido. El ridículo es más inmediato, va moldeando el sentido sobre la marcha.

Ambas son momentos de la psique que nos hacen pueden hacer sentir arrependidos por las decisiones que tomamos en el pasado. No se puede regresar, se vive hacia adelante, ser humano es convivir con esas sensaciones. Se debe cuidar lo que se dice, pero no demasiado, ya que de todas formas surgirá lo absurdo y ridículo. Se debe vivir con el arrepentimiento de las cosas que dijimos. Es, a mi entender, parte constitutiva del mar poético que está muy dentro del corazón del ser humano.


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