Dos caras de Dios

Supongamos que Dios existe, siendo la base de lo real tendría un sinfín de formas de verse. El pensamiento capta ciertas caras de lo real haciendo mediaciones. El lenguaje luego lo expresa, con sus sabidas limitaciones. No es nueva la rebeldía metafísica contra Dios, digamos que en el siglo XIX se expresó con claridad. El surgimiento de dicho rechazo, creo, no es porque la ciencia haya ganado una especie de guerra metafísica, que nunca hubo, sino por un cariz particular de la realidad: hay una cara de Dios que personifica el olvido.

El olvido de Dios es la indiferencia existencial del mundo. Ahora bien, el olvido no es maldad, ya que no implica intencionalidad. No puede ser negación, porque implicaría un cuestionamiento. Diremos lo siguiente: ante el cuestionamiento por alguna cosa olvidada se tendrá una negación fundamental de la trascendencia de la misma. Lo que alguna vez fue se difumina.

Es desde esta perspectiva que la religión organizada tiene su aspecto insistente. Hay que recordarle siempre a Dios que aquí está uno, una y otra vez. Hay que estudiar y estudiar ya que el mundo devora la buena presencia de Dios. Dios, que es la base de lo real, olvida. En mi opinión la base de ‘la dureza’ religiosa, es un miedo al olvido.

No es un chiste el olvido de Dios, quien haya pasado tragedias lo sabrá. El mundo olvida y es indiferente al dolor. Job pidió respuesta a su dolor y Dios le contestó con dureza:

¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella su cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases?

Job 38:4-6

No corresponde al ser humano penetrar en la indiferencia hacia el dolor, esa es la respuesta. Lo que es necesario recalcar es el olvido de Dios es una propiedad que surge cuando se ve a Dios como la base de lo real.

Sin embargo, no es la historia completa, ya que Dios también libera. Es una cara que no es tan obvia, ya que no parte de la base de lo real, se revela a algunos humanos.

Si algo innovó la concepción cristiana fue la cara de Dios. Jesús trajo un mensaje de confianza en la vida misma. Un cambio de costumbres. Una apuesta por la solidaridad. Es por eso que Jesús salva del pecado, libera de la cautividad del peso de lo real.

La libertad que se gana es mental. Sin embargo, no se fuerza el mensaje, toca a la puerta y cada quién decide si deja pasar, es decir, la libertad de decisión es fundamental, la libertad no se discute. La cara (más amable) de Dios sólo se accede en libertad. Lo que podría objetarse es que la libertad es un concepto difuso.

He aquí el problema, el mensaje debe ser tomado a quien le genere un bienestar. Así también fundamentalmente debe ser tomado por quien lo desee tomar. Esto depende altamente de la condición mental de las personas.


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